Del yaguareté a la moto más ligera


Nunca pense que fuera a publicar esto. Iba a ser un coletazo inédito de Microlepsias I.
Pero pienso que mi obra tiene que ser más importante que yo, pues es la que va trascender, y a mi no me queda mucho.

Del yaguareté a la moto más ligera


Decían que no podían vivir el uno sin el otro y el tiempo pasó. Estaban de vacaciones. Cabañas rústicas al pie de la yunga. A ella le gustaba bañarse con la luz apagada, con la claridad que entraba por la puerta abierta. Él se puso a cocinar. Las puertas de la alacena, con resortes, se golpearon mientras él buscaba la vajilla. "Qué pasa!!" gritó ella del baño. Él aceitó una pequeña bandeja. Cuando comenzó a poner la carne, se dio cuenta que necesitaba una más grande. Utilizó otra y lavó la primera con esponja y detergente. No la secó porque se puso a preparar una ensalada. Ella salió quejándose de la bandeja sucia. La encontró mojada y se le antojó que era aceite. Continuó retándolo y el no dijo nada y se quedó pensando.
A la medionoche profunda se  metió en la yunga, lastimándose por la enramada y deseando el encuentro con el yaguereté hambriento.
Lo encontraron días después, gritando "El tigre". Eran los yaguaretés de Greenpeace, los militantes en moto disfrazados de felinos. Tardaron en atraparlo, todavía estaba fuerte y ágil a pesar de la supuesta deshidratación. A ella la había encontrado antes. Muerta. Había salido a la madrugada detrás de él.
Él nunca se recuperó. Durante un tiempo creyó que él mismo era una motocicleta. A veces se creía tigre. Aullaba. Los Yaguaretés no aullan, le decían. Éste sí, respondía. Se fue recuperando poco a poco, pero nunca salió de aquella locura.
Murió en un hospital después de que lo atropellaran camino a Borles. Quería competir, le habían comentado de una moto de aire más ligera que la suya.