Ya expliqué en esta entrada de qué se trata.
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Selecciones
v9.0
Las ciudades, en parte las patrias y la unidad universal de la humanidad, no han sido hechas porque el hombre sea sociable; no lo es, sino conventillero.
Macedonio Fernández, colaboración de la Zapaya
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De sentir su risa loca
Me sorprende la nostalgia que
siento por épocas que apenas si recuerdo haber vivido. Nunca pienso
en mí mismo a través de los años cuarenta. Los años cuarenta
están reservados para la generación de mis padres y para pilotos
con cazadora de cuero y cuello de piel, que sonríen desde la cabina
de sus aviones.
A veces se abren para mí
pequeños momentos, como cuando cruzo la cocina y el sol da en un
color determinado de la pintura de la cocina. El azul pastel me
provoca una ensoñación de una época de Vacas Lecheras, muy poca
gente, todos conocidos entre sí, en un pequeño y aislado pueblo
Americano. Viejas que casi nunca salen de casa. Viejas que me mandan
a hacer mandados. Un loro casi más viejo que las mujeres. Un caballo
que se llama Negrote. Un Chrysler gris con los asientos tapizados a
cuadros. Hojas de sicomoro tan anchas como mi pecho. Una calcomanía
medio despegada de los de mi cama, en la que aparece un Lechero
completamente vestido de blanco, con una gorra de visera negra, rojas
mejillas, y en la mano un cesto de alambre repleto de blancas
botellas de leche. Olor a mujeres. Todas viejas. El olor de las
viejas por todas partes. En los muebles. En los armarios. En los
cajones, mezclado al de la madera. La imagen de mi tía muerta,
sentada y tiesa, con una lámpara encendida junto al hombro, una mano
caída junto a su regazo. Sus rodillas siempre me engañaron. Incluso
muerta, sus rodillas parecían jóvenes y ‘no estaba bien’que
tuvieran ese aspecto. Sus rodillas me atraían. A bocajarro. Cuando
cruzaban las piernas le quedaba la piel blanca en la parte del hueso.
Los bultitos de carne que se formaban en los bordes de los zapatos.
Ella me decía que era por culpa de la humedad, que hacía que se le
hinchara todo el cuerpo. Pero yo sabía que en realidad era por culpa
de su insistencia en forzar a sus pies a que encajasen en cierta idea
suya de pequeñez. La mitología de la pequeña Betty Boop. Fue esta
contradicción entre sus pies y sus rodillas lo que me condujo a
captar contradicciones más intensas incluso a mí mismo. Más tarde,
me sentí secretamente agradecido a sus pies por esto.
Me fui chapoteando bajo la
lluvia. Me alejé de la gente hechizado por los pimenteros y los
rojos Cangrejos de río. Pesqué varias pelotas de golf a listas
rojas en agujeros enlodados producidos por su propio impacto.
Recuerdo que la emoción que sentía al encontrarlas tenía que ver
con el hecho de que las hubiera perdido alguien. Con el hecho de que
las había perdido a causa de algún fracaso. Algún desconocido las
había golpeado fuera de la pista y ninguna mirada humana había
vuelto a verlas desde entonces. Habían pasado junto a ellas los
mapaches. Los arrendajos la había picoteado. La ardillas habían
tratado sacarlas del pozo. Y, sin embargo yo, el primer ser humano
que las localizaba, las extraía con un dedo, las limpiaba en el río
y se las vendía a algún necio del Club. A veces, el mismo necio que
las había perdido. Siempre notaba el gesto de culpable
reconocimiento en sus ojos.
En aquellos tiempos yo debía
de ser muy pequeño parque todas las caras parecían enormes.
Sam Shepard
Poema
No es hora prudente
para andar por la calle
sin recuerdos.
Ahora que la luna
ofrece su sexo gratis
a la luz de una mujer desconocida.
En este instante en que tu sombra
te acaricia el hombro
como
esperando una respuesta.
Colaboración de Marta Melero,
de su autoría
La
culpa es de Tato
Bores
-La culpa de todo la tiene el
ministro de Economía dijo uno.
-¡No señor! dijo el ministro
de Economía mientras buscaba un mango debajo del zócalo. La culpa
de todo la tienen los evasores.
-¡Mentiras!- dijeron los
evasores mientras cobraban el 50 por ciento en negro y el otro 50
por ciento también en negro-. La culpa de todo la tienen los que nos
quieren matar con tanto impuesto.
-¡Falso!- dijeron los de la
DGI mientras preparaban un nuevo impuesto al estornudo-. La culpa de
todo la tiene la patria contratista; ellos se llevaron toda la guita.
-¡Pero, por favor...! -dijo
un empresario de la patria contratista mientras cobraba peaje a la
entrada de las escuelas públicas-. La culpa de todo la tienen los de
la patria financiera.
-¡Calumnias!- dijo un
banquero mientras depositaba a su madre a siete días-.La culpa de
todo la tienen los corruptos que no tienen moral.
-¡Se equivoca!- dijo un
corrupto mientras vendía a cien dólares un libro que se llamaba
"Haga su propio curro" pero que, en realidad, sólo
contenía páginas en blanco-. La culpa de todo la tiene la
burocracia que hace aumentar el gasto público.
-¡No es cierto!- dijo un
empleado público mientas con una mano se rascaba el pupo y con la
otra el trasero-. La culpa de todo la tienen los políticos que
prometen una cosa para nosotros y hacen otra para ellos.
-¡Eso es pura maldad!- dijo
un diputado mientras preguntaba dónde quedaba el edificio del
Congreso-. La culpa de todo la tienen los dueños de la tierra que no
nos dejaron nada.
-¡Patrañas!- dijo un
terrateniente mientras contaba hectáreas, vacas, ovejas, peones y
recordaba antiguos viajes a Francia y añoraba el placer de tirar
manteca al techo-. La culpa de todo la tienen los comunistas.
-¡Perversos!- dijeron los del
politburó local mientras bajaban línea para elaborar el duelo-. La
culpa de todo la tiene la guerrilla trotskista.
-¡Verso!- dijo un guerrillero
mientras armaba un coche-bomba para salvar a la humanidad. La culpa
de todo la tienen los fascistas.
- ¡Malvados!- dijo un
fascista mientras quemaba una parva de libros juntamente con el
librero. La culpa de todo la tienen los judíos.
-¡Racistas!- dijo un sionista
mientras miraba torcido a un coreano del Once-. La culpa de todo la
tienen los curas que siempre se meten en lo que no les importa.
-¡Blasfemia!- dijo un obispo
mientras fabricaba ojos de agujas como para que pasaran diez camellos
al trote. La culpa de todo la tienen los científicos que creen en el
Big Bang y no en Dios.
-¡Error!- dijo un científico
mientras diseñaba una bomba capaz de matar más gente en menos
tiempo con menos ruido y mucho más barata. La culpa de todo la
tienen los padres que no educan a sus hijos.
-¡Infamia!- dijo un padre
mientras trataba de recordar cuántos hijos tenía exactamente-. La
culpa de todo la tienen los ladrones que no nos dejan vivir.
-¡Me ofenden!- dijo un ladrón
mientras arrebataba una cadenita a una jubilada y, de paso, la tiraba
debajo del tren-. La culpa de todo la tiene los policías que tienen
el gatillo fácil y la pizza abundante.
- ¡Minga! dijo un policía
mientras primero tiraba y después preguntaba. La culpa de todo la
tiene la Justicia que permite que los delincuentes entren por una
puerta y salgan por la otra.
-¡Desacato!- dijo un juez
mientras cosía pacientemente un expediente de más de quinientas
fojas que luego, a la noche, volvería a descoser-. La culpa de todo
la tienen los militares que siempre se creyeron los dueños de la
verdad y los salvadores de la patria.
-¡Negativo!- dijo un coronel
mientras ordenaba a su asistente que fuera preparando buen tiempo
para el fin de semana-. La culpa de todo la tienen los jóvenes de
pelo largo.
-¡Ustedes están del coco!-
dijo un joven mientras pedía explicaciones de por qué para ingresar
a la facultad había que saber leer y escribir-. La culpa de todo la
tienen los ancianos por dejarnos el país que nos dejaron.
-¡Embusteros! dijo un señor
mayor mientras pregonaba que para volver a las viejas buenas épocas
nada mejor que una buena guerra mundial-. La culpa de todo la tienen
los periodistas porque junto con la noticia aprovechan para
contrabandear ideas y negocios propios.
-¡Censura!- dijo un
periodista mientras, con los dedos cruzados, rezaba por la violación
y el asesinato nuestro de cada día. La culpa de todo la tiene el
imperialismo.
- Thats not true!- (¡Eso no
es cierto!) dijo un imperialista mientras cargaba en su barco un
trozo de territorio con su subsuelo, su espacio aéreo y su gente
incluida-. The ones to blame are the sepoy, that allowed us to take
even the cat (la culpa la tienen los cipayos que nos permitieron
llevarnos hasta el gato).
-¡Infundios!- dijo un cipayo
mientras marcaba en un plano las provincias más rentables. La culpa
de todo la tiene Magoya.
-¡Ridículo!- dijo Magoya
acostumbrado a estas situaciones. La culpa de todo la tiene Montoto.
- ¡Cobardes!- dijo Montoto
que de esto también sabía un montón. La culpa de todo la tiene la
gente como vos por escribir boludeces.
- ¡Paren la mano!- dije yo
mientras me protegía detrás de un buzón-. Yo sé quién tiene la
culpa de todo. La culpa de todo la tiene El Otro. ¡EL Otro siempre
tiene la culpa!
-¡Eso, eso!- exclamaron todos
a coro. El señor tiene razón: la culpa de todo la tiene El Otro.
- Dicho lo cual, después de
gritar un rato, romper algunas vidrieras y/o pagar alguna solicitada,
y/o concurrir a algún programa de opinión en televisión (de
acuerdo con cada estilo), nos marchamos a nuestras casas por ser ya
la hora de cenar y porque el culpable ya había sido descubierto.
Mientras nos íbamos no podíamos dejar de pensar: ¡Qué flor de
guacho que resultó ser El Otro...!
Santiago
Varela, para
Tato Bores;colaboración de TodoElMundo
Frase
genial:
"Soy tan pequeño que
no me cabe la menor duda"
Augusto Monterroso
g
Cuando
llegué a sentirme perdido en esa jungla cada vez más intrincada,
calculé que siguiendo de esa forma no obtendria ninguna ventaja;
pero, en lugar de intentar la salida, se me ocurrió la idea de
ascender; cambiando de planos, aprovechando las distintas figuras
separadas del horizontal. No era fácil; por supuesto, las figuras
no estaban dispuestas en forma escalonada y, muchas veces, una vez
alcanzada cierta altura debía descender porque no encontraba en las
proximidades ninguna figura a una altura mayor. Mi viaje se lizo
entonces muy complejo. Recuerdo que comencé trepando a un triángulo
casi paralelo al plano horizontal, y luego pasé a un hexágono
próximo que, aunque integrando un plano más bien oblicuo, me
permitía mantener el equilibrio. Más tarde tuve que realizar
verdaderas proezas, ascendiendo de un plano a otro por líneas
verticales, filosas, o saltando, porque no tenía otro recurso, desde
planos considerablemente altos a pentágonos o hexágonos de reducida
superficie. En una oportunidad, la materia de un trapecio resultó
de escasa consistencia -o tal vez algún desfallecimiento mío se
tradujo en una voluntad de caer; lo cierto es que atravesé la
materia de ese trapecio y caí, por fortuna, sobre un dodecágono
estrellado que me sostuvo. El golpe me dejó atontado unos
instantes, y asustado; pero me repuse rápidamente.
Novela Geométrica, Mario
Levrero
Mario Levrero |
Los brahamanes y el león
En
cierto pueblo había cuatro brahamanes que eran amigos. Tres habían
alcanzado el confín de cuanto los hombres podrían saber, pero les
faltaba cordura. El otro desdeñaba el saber, sólo tenía cordura.
Un día se reunieron. De que sirven las prendas dijeron, si no
viajamos, si no logramos el favor de los reyes si no ganamos dinero?
Ante todo viajaremos.
Pero
cuando habían recorrido un trecho, dijo el mayor: - uno de nosotros,
el cuarto es un simple, que no tiene más que cordura. Sin el saber,
con mera cordura nadie obtiene el favor de los reyes, por
consiguiente, no compartiremos con él nuestras ganancias. Que se
vuelva a su casa.
El
segundo dijo : - Mi inteligente amigo, careces de sabiduría. Vuelve
a tu casa.
-El
tercero dijo: - Esta no es manera de proceder. Desde chicos hemos
jugados juntos. Ven, mi noble amigo. Tu tendrás tu parte en
nuestras ganancias.
Siguieron
su camino y en un bosque hallaron los huesos de un león. Uno de
ellos dijo: - Buena ocasión para ejercitar nuestros conocimientos.
Aquí hay un animal muerto; resucitémoslo.
El
primero dijo: - Sé componer el esqueleto.
El
segundo dijo: - Puedo suministrar la piel, la carne y la sangre.
El
tercero dijo: - Sé darle la vida.
El
primero compuso el esqueleto, el segundo suministró la piel, la
carne y la sangre. El tercero se disponía a infundir la vida, cuando
el hombre cuerdo observó: - Es un león. Si lo resucitan, nos va a
matar a todos.
-
Eres muy simple- dijo el otro-. No seré yo el que frustre la labor
de la sabiduría.
-
En tal caso - respondió el hombre cuerdo- aguarda a que me suba a
este árbol.
Cuando
lo hubo hecho, resucitaron al león; éste se levantó y mató a los
tres. El hombre cuerdo esperó que se alejara el león, para bajar
del árbol y volver a su casa.
Panchatranta,
de uno de los Libritos de Isabel, la del tren.
El motivo
Todos rodeaban el cajón,
velando al muerto. De pronto y ante la sorpresa general, el muerto se
incorporó y dijo: “Denme un sólo motivo para vivir, uno sólo”.
Unos a otros se miraron, y nadie pudo articular una palabra.
Martín Pinus
bien Martín!
Tiempo de alucinaciones
Virginia insiste sobre el tema del
arte y las alucinaciones. Lo único que le puedo contestar es esto.
Me pregunto tantas veces, todos los
días prácticamente, si lo que estoy viviendo no es más que una
constante y continuada sumatoria de alucinaciones. Con arte o sin
arte.
Admito que hay
instantes en que esas alucinaciones se
detienen
y entonces hace su aparición el tiempo que, desde mi perspectiva,
simula ser un abismo.
Pero yo sé que no es nada. Yo sé
que el tiempo no es nada. Y si algo es, lo es todo por su propia
cuenta. Todo lo que es y pudiera ser lo es absolutamente por su
propia cuenta y riesgo.
Y yo sólo supongo que sé lo que es.
Lo alucino.
De lo que estoy –a
medias- seguro es que el que construye esas alucinaciones soy yo.
También es a mí que, a veces, se
me detienen
esas alucinaciones que transcurren día tras día, todos los días.
Es a mí que el tiempo, que hace lo que quiere sin mí, se le aparece
como algo que simula ser un abismo.
Por eso le digo a Virginia –a
quién, últimamente, alucino que odio- que cuando yo no esté más
y, en ese momento cuando hasta mi tumba sea olvidada –cosa que
ocurrirá, como en todos los casos, irremisiblemente, en la tercera
generación posterior al enterrado; le digo a Virginia, que el tiempo
estará todavía allí, exactamente igual que hoy... como una
alucinación. Como algo que simula ser un abismo.
Pero, por favor, no me culpen porque
yo ya no estaré allí. Otro será el responsable de todas esas
alucinaciones.
Italo Pescecane
Llobregat
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Hasta la próxima (?)
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